“UN PROFESOR QUE ABRE LAS PUERTAS DEL CIELO”
Una de las pintoras surrealistas más connotadas de la historia de América Latina es, sin duda alguna, la mexicana Frida Kahlo. En la flor de su juventud y de su madurez como artista, prodigiosa al fin, sufrió un grave accidente automovilístico que la dejó postrada en cama por mucho tiempo, a raíz de las graves lesiones sufridas en sus piernas. Justamente en ese trágico episodio de su vida afirma: “Pies ¿para qué os quiero, si tengo alas pa´volar?”. Frida Kahlo sufrió daños físicos, ero su alma y su corazón reafirmaron su convicción de vivir y de luchar sin descanso para alcanzar el pleno goce de su funcionamiento armónico de la humanidad es el que el profesor José Carlos aplica todos los días en los 1,200 alumnos en la escuela San Lucas Sacatepéquez.
Su voz es clara, pareciera la de un locutor o comunicador. Viste camisa blanca y un pantalón oscuro, y jamás deja de enseñar de explicar; es clara su vocación magisterial.
“Mi papá impartió clases en esta misma escuela y aprendí con el ejemplo su constante preocupación por planificar, innovar y ejecutar sus planes educativos con los niños”, dice sin pausas.
Usando su ingenio como autogestor, José Carlos organizó a sus alumnos para captar fondos, para lo que recolectaron material de reciclaje que luego vendían, así como la venta de alimentos en los recreos escolares.
“De los 1,200 alumnos con que contaba, más de 1,000 no tenían relación alguno con la tecnología para efectos educativos o de navegación. Es por ello que la necesidad era tan grande, como nuestras ganas de auto gestionar los recursos para iniciar el laboratorio y la clase de computación que no existía en la escuela”: expresó.
Luego de mucho trabajo y un apoyo total de los padres de familia, la dirección del establecimiento, la coordinación técnica administrativa, y también de acudir a entidades nacionales e internacionales, José Carlos formó el laboratorio, pero debía iniciar con elementos básicos como la manipulación del mouse, ya que sus educados prácticamente eran analfabetas tecnológicos.
Los retos apenas comenzaban, ya que no sólo se dio a la tarea de genera un pensum de estudios, a raíz de la carencia de éste en el Curriculum Nacional Base (guía de contenidos del Ministerio de Educación) para el nivel primario, sino también a generar las normas de convivencia entre sus alumnos. “El reglamento lo hicimos coparticipativos con los niños, para garantizar su cumplimiento”, subraya.
José Carlos no sabía que su reto mayor iba a entrar precisamente por la puerta de su laboratorio, ubicado en el segundo nivel, Miriam, una niña de siete años, asistió a su primera clase de computación, pero a diferencia del resto, no emitía palabra alguna. Esta circunstancia llamo la atención del profesor que indagó con el resto de sus alumnos porqué de esta situación. “Es que es sorda, me dijeron; me di cuenta que en toda su vida no había podido comunicarse con su entorno, ya que no conocía el lenguaje de señas. Por ejemplo”. Dice con nostalgia este profesor de 28 años y quien este año cierra su carrera como Licenciado en Educación de Informática y Ciencias de la Computación, en la sede de la Facultad de Educación de Zaragoza, Chimaltenango luego de haberse graduado como Profeso de Enseñanza Media en Informática y Ciencias de la Computación.
José Carlos trabajó en conjunto con el maestro de grado de Miriam, el profesor Nill Reynoso, con quien desarrollaron sistemas académicos, tanto en las clases regulares como en la clase de computación, a efecto de apoyar el proceso educativo de esta niña que ignoraba cómo hablar con la sociedad que le rodeaba.
“Comencé a investigar y a preguntar cómo era el lenguaje de señas y diseñé un software con esa información. Al cabo del tiempo no sólo Miriam aprendió a comunicarse utilizando el software diseñado y diversas aplicaciones para dispositivos móviles, sino que gran cantidad de niños y niñas de la escuela lao aprendieron. Era común ver en el recreo a los niños aplicarlo, lo que me dio mucha alegría”. Enfatiza.
Luego de Miriam, también acudieron otros niños con necesidades educativas especiales asociadas y no asociadas a discapacidad, como autismo, discapacidad auditiva, intelectual y física. Como sastre virtual, José Carlos desarrolló un software individual para cada uno de ellos, tomando en cuenta el entorno en que vivían, con lo que era más fácil familiarizar los contenidos educativos. “Hice una relación de los sonidos y de las figuras del campo, como los pájaros, las vacas y los pinos con figuras geométricas, así como las letras y las sumas y restas”. Acota.
Luego de mucha observación y de mediciones constantes, los niños con discapacidad comenzaron a mostrar resultados, ya que con la ayuda de la tecnología podían realizar actividades y resolver problemas en las áreas de matemática y lenguaje, que era imposible hacer tan sólo con la ayuda de lápiz y cuadernos, así como del pizarrón convencional de yeso y almohadilla.
“Comencé a investigar y documentar más sobre el tema de inclusión educativa y encontré en la web valiosas herramientas para continuar con mi labor”, dice. Este acucioso trabajo de investigación planificación, innovación y ejecución no solo incidió en la mejora de la calidad de vida y del aprendizaje de los niños con discapacidad, sino que el resto de población estudiantil comenzó a mejorar sus notas en todas las materias.
Este proyecto le ha valido al profesor José Carlos, que conjuntamente con un equipo de trabajo multidisciplinario escolar conformado por el Director, maestros y alumnos, hacerse acreedor del Primer Lugar a Nivel Nacional del Concurso de Periódicos escolares con el tema:
“Inclusión de Niños con Necesidades Educativas Especiales en la Escuela Moderna”, con el que los infantes publicaron su medio de comunicación en el periódico escolar “el Chispazo”, patrocinado por Nuestro Diario, el diario de mayor circulación en Guatemala.
Así también el proyecto “Tecnología-Innovación e Inclusión Educativa” se convirtió en finalista a nivel nacional del concurso “Buenas prácticas de inclusión educativa”, que promueve el Ministerio de Educación y otras entidades.
Tres días antes de que se realizara esta entrevista, recibió la notificación oficial que fue seleccionado para recibir el premio “Maestro 100 puntos” por el Consejo de Empresarios por la Educación, dadas las calidades que saltan a la vista.
José Carlos no se detiene. Este año impartió clases en la Escuela República de Centroamérica, en las mañanas, por las tardes en el Instituto Normal para Señoritas Olimpia Leal en Antigua Guatemala y los sábados terminó sus estudios de Licenciatura. Sus planes no tiene fin, ya que sabe que le corresponde facilitar la apertura de las puertas del cielo tecnológico a cientos de niños y jóvenes que se encuentran en la búsqueda incesante de la felicidad, tal como lo afirmó Helen Keller: “Pon tu cara al sol y ya no verás las sombras”. José Carlos ha usado la tecnología para probar que los niños tiene un corazón indomable, pues aunque algunos tienen dificultades para hablar o aprender, tiene mucho que expresar y existen formas de ayudarles a integrarse a la sociedad.
“INDOMABLE”
Casi todo su cuerpo está inerte. Sin embargo, le sobra alma, corazón y espíritu. Hace ocho años, Jorge Andrés Chamier Montes era un joven de diecisiete años, quien gustaba manejar motocicletas de alta velocidad. Una tarde cualquiera salió con una acompañante en su máquina de dos ruedas, sin imaginarse el cambio que ese día tendría su vida. Decidió no usar casco, ya que haría un recorrido corto, pero una pequeña basura lo cegó por un instante. Estos segundos bastaron para que se estrellara de frente contra un poste y quedara gravemente herido. Cayó con la cara hacia el asfalto caliente y, aún consiente, trató de moverse para evitarlo. No pudo hacerlo. Estaba parapléjico, pero él aún no lo sabía. Su acompañante resultó herida, pero se pudo recuperar, mientras que Jorge Andrés fue trasladado de emergencia a un centro hospitalario, mientras parecía que el mundo conspiraba en su contra. No fue inmovilizado y tampoco le colocaron un collarín, no que lo trasladaron sentado en la dura camilla de una ambulancia, a pesar del evidente daño en sus cervicales. Durante la semana siguiente, estuvo una semana en cama e ingresó al quirófano tres veces consecutivas. La suerte estaba echada, ere imposible que Jorge Andrés superar esa etapa. Sin embargo ocurrió algo inesperado: sobrevivió, a pesar de todos los pronósticos en su contra.
“No pude hablar durante cinco meses, ya que tenían una traqueotomía. Es decir, que no respiraba por la nariz, sino por un tubo que estaba en mi garganta. Mi mamá aprendió a leerme los labios para entender lo que decía”. Recuerda Jorge.
Tiene una mirada apacible y habla con una cautivadora tranquilidad. Se encuentra sentado en una silla de ruedas abatible, que le permite cambiar de posición rápidamente. Su madre, Teresa, es la extensión de su cuerpo. A cada momento le acomoda el cuello, las manos o cualquier parte del cuerpo que necesita. Han desarrollado tal grado de comunicación que incluso se adelantó a sus deseos. Jorge y Teresa se han fundido en un solo ser, acto que solo el amor incondicional puede edificar. Claro que para lograrlo necesita ladrillos de ternura de la más alta calidad.
“Mis vecinos y amigos me recibieron muy bien y luego me invitaron a ir al cine. Con el apoyo de todos lo hice y entonces me di cuenta que sería capaz de lograr cualquier cosa que me propusiera”. Indica con una seguridad inexplicable.
Su inquietud y el acompañamiento de su madre lo motivaron a terminar la secundaria y a cursar el bachillerato por madurez, en el cual se graduó como el abanderado de la promoción.
Aquellas fuerzas que confabularon en su contra, ahora hacían lo contrario. “No se cómo la Asociación de personas con discapacidad supo de mi historia, y conoce a dar charlas motivacionales y de prevención de accidentes a jóvenes de colegios. Nunca en mi vida había hecho eso. Al principio estaba nervioso, pero luego me percaté de que tenía facilidad de palabra y que el accidente que sufrí podía prevenir que ocurrieran otros, especialmente en los jóvenes”, acota.
Las charlas le permitieron conocer al a directora de un colegio, quien le pidió su papelería y o motivó a seguir estudiando en la Universidad. Jorge Andrés aceptó el reto y comenzó a buscar la más idónea para él.
“Universidad Galileo tiene la accesibilidad de rampas y también la carrera que más se acerca a lo que me gusta. Antes tenían muchas habilidades mecánicas, así que cursar Ingeniería en mecatrónica era la mejor opción para mí, además que obtuve una beca”, subraya.
El camino no ha sido fácil, puesto que esta carreta demanda muchas clases de ciencias exactas, como matemática y física. Su madre, toma notas, escribe en la computadora y Jorge Andrés se somete a exámenes orales para aprobar sus cursos. “Me costó mucho, pero ya aprobé el primer año de la carrera. Cuando la termine pienso estudiar una maestría y luego buscar un trabajo”, dice enfático.
Jorge Andrés no conoce barreras. Su cuerpo continúa inerte, pero su alma está más viva que nunca y encarna el realismo mágico de la escritora chilena Isabel Allende, quien reflexionó en alguna ocasión sobre la vida humana dijo: “Memoria selectiva para recordar lo bueno, prudencia lógica para no arruinar el presente, y optimismo desafiante para encarar el futuro”. Jorge Andrés no es una oración bonita. Es una veta de inspiración para la humanidad.
No se si soy BICI genia pero sed soy BICI adicta =) desde que en novimebre 2011 me reencontre con la bici y pense9.. a ver q onda ir a laburar en bici ? No pare9 mas todos los dias Colegiales-Plaza de Mayo! es un placer! tardo menos que en subte y puedo RESPIRAR!!!Un placer poder participar!! Hay otra calle muy amigable Teodoro Garcia.. tiene una trepada linda de empedrado, pero esta muy buena y los conductores respetan bastante a los ciclistas!